Hace unos minutos que he terminado de ver la película La Red Social, de David Fincher. Me ha dejado con la boca abierta.
No sé si la película refleja realmente aquello que ocurrió durante la creación de Facebook. Tampoco sé si las personalidades de los personajes están bien reflejadas. Y lo cierto es que me importa poco que el vestuario sea acertado. La peli es muy buena. Una de las que más me ha gustado en los últimos meses, por la sencilla razón de que te deja clavado en la butaca de principio a fin. Coger un tema como la creación de una web y convertirlo en algo emocionante, con personajes atractivos y un desarrollo a base de flashbacks que funcione después de ser una técnica usada hasta la saciedad en Hollywood tiene, en mi opinión, mucho mérito. Creo que tanto Fincher como el resto del equipo (especialmente los actores) deberían estar orgullosos.
Sin embargo eso no es lo que me ha dejado pensando desde hace un buen rato. Mark Zuckerberg (creador de Facebook) criticó hace poco la película, puesto que decía que distorsionaba lo que había ocurrido y que daba una idea de él que no es cierta. Sinceramente ¿qué más da?
Si el desarrollo de los hechos es correcto en la parte de la creación de la red social más famosa del mundo, sólo hay una conclusión posible y de lo más halagüeña para su protagonista: Mark Zuckerberg es un puto genio. Así de claro.
Tener una buena idea, tiene mérito. Pero ser capaz de tener una buena idea, desarrollarla, ponerla en funcionamiento prácticamente en solitario y conseguir que dicho germen acabe convirtiéndose en una de las formas de comunicación más usadas en todo el planeta, una empresa valorada en más de 35.000 millones de dólares (estimados, veremos si consiguen cuajar un modelo de ingresos que verifique esa crifra), y, en suma, una auténtica revolución en la manera de usar internet, es simplemente acojonante. La cosa va aún más allá, porque también hay que ser muy inteligente para tener ese boleto ganador en la mano y que no te hagan el lío. Algo que ha ocurrido cientos de veces en el mundo empresarial. Y encima, con 26 años.
Probablemente lo que más me ha impresionado de la historia, y me imagino que al resto de los espectadores también, es la confianza que este chico muestra en su producto, negándose a aceptar ofertas estratosféricas, plantándose y decidiendo gestionar él mismo su idea. No pocos habrían cogido el primer cheque puesto en sus manos con la intención de vivir de las rentas durante el resto de su vida. Hay que tener las ideas muy claras para entender y asimilar que has creado una herramienta que ha revolucionado la manera que tienen de comunicarse más de 500 millones de personas en todo el mundo. Lo dicho, un genio.
Ya me he hecho fan en Facebook.
Chau!
PD: En la página web de la Butaca hay varias entrevistas del equipo de la peli que son bastante interesantes.
MON-O-RAMA 