La mentalidad española de la que hacemos gala es de juzgado de guardia. Medio país subiéndose a las barbas del ministro de cultura, José Ignacio Wert, por el tema de la concesión de becas. El primer político, en décadas, que dice lo que nadie quiere oír pero que muchos llevamos pensando desde hace mucho tiempo: No se puede tener un sistema educativo que premia al que es un desastre y castiga al que es brillante. No se puede. Es algo completamente injusto que va contra toda la lógica y que ni siquiera debería tener que explicarse. Y mucho menos criticarse.
Veamos: Miles de personas en todo el país se levantan porque las becas no se darán a estudiantes con menos de un 6,5 de media (Nota que, por mi parte, me sigue pareciendo ridícula). Las becas, es decir, las ayudas, deben darse a estudiantes brillantes. El baremo para medir el acceso a una beca no puede ser la pobreza, o al menos no el baremo principal. Las ayudas deben darse a aquellos que las necesiten, sí, pero principalmente a aquellos que las merezcan y puedan aprovecharlas. Una beca es una inversión por parte del estado y eso es lo que hay que tener en mente a la hora de concederlas. Deben otorgarse a estudiantes que puedan sacar lo mejor de ellas. Son esas personas, por sus méritos, los que deben ser premiados. Precisamente porque son ellos los que con mayores probabilidades de darnos, a todos los españoles, riqueza, empleo y alegrías en el futuro creando proyectos de éxito.
Pensemos fríamente todo esto, porque el sistema educativo español y su idea de que se ha de ayudar al débil por el hecho de serlo es un error que vamos a pagar muy caro.
Cuando yo empecé a estudiar, si tenías dos asignaturas suspensas, repetías curso. Después, esto se cambió a 3 asignaturas. Después te permitían pasar de curso con varias, y ahora ya ni sé que condiciones hay. Paralelamente, se fue rebajando la carga de todas las asignaturas, todo en aras de conseguir que hubiera el mayor número de jóvenes con acceso a la universidad. Todas ellas medidas que lo que hacen es bajar el nivel de los mismos universitarios, devaluando sus títulos. No tiene ningún sentido. Todo ello para que luego las universidades españolas escupan cada año miles de licenciados que van directamente al paro, porque no hay ningún sistema profesional que pueda ofrecer esa oferta laboral. Y menos en España.
Antes, con lógica, estudiaban una carrera universitaria unos pocos. Los mejores. Los que eran capaces y se habían convertido en buenos estudiantes con esfuerzo y disciplina. Los que no, podían aprender un oficio, o alguna titulación intermedia menos exigente. Pero la educación partía de la base de que debías llegar a un mínimo grado de excelencia para poder tener un título universitario.
Actualmente todo se hace al revés, bajando la calidad de la educación en pos de que todo el mundo pueda tener un diploma. Es una estupidez y no hace ningún bien a la sociedad. Se ha llegado, incluso, a reclamar medidas como la propuesta por un gobernante del PSOE en Extremadura, que defendía que se pagara a los estudiantes por ir al colegio ante la subida del absentismo escolar. Pagar al alumno para que no se vaya de pellas. ¿Soy acaso el único que cree que esto es una estupidez sin ningún sentido? ¿A dónde vamos a llegar? Ir a clase y esforzarse en los estudios no es algo que deba ser recompensado. O al menos no por los aparatos gubernamentales (si los padres quieren motivar y premiar a su hijo por ello, es cosa suya). Ir a clase, estudiar y aprobar es el trabajo diario de cada estudiante. Punto.
Estás medidas, esta mentalidad, son totalmente injustas. Justicia significa que cada uno tenga lo que se merece. El que es honrado, trabajador, brillante, etc. merece ser apoyado y cuidado. El que no, debe ser responsable de su vida y apechugar con su decisión de ignorar la oportunidad que se le ha brindado.
Evidentemente este no es el caso de todos. Muchos jóvenes vienen de estratos sociales más desfavorecidos y la beca es su esperanza, cierto. Pero eso no significa que deban ser mantenidos sin ningún esfuerzo por su parte. La demostración de que esas personas merecen esa ayuda y de que la valoran, es ni más ni menos que el hecho de que se tomen en serio la oportunidad que se les brinda a través de los impuestos de todos los demás ciudadanos. Y no hay más demostración de eso que siendo un buen estudiante con la mejor nota media posible.
Ayer nos sorprendía una noticia de que según los datos de la Comunidad Andaluza, 340.000 universitarios no hubieran llegado al 6,5.
Bien, es la viva demostración del sistema.
No quiere decir que la medida sea injusta, quiere decir que las continuas bajadas de nivel lo que están creando es una generación universitaria deficiente, que no dispone de las condiciones ni del carácter de excelencia que se ha de encontrar en semejante sector de la sociedad. Quienes apuestan por rebajar la carga de contenidos en las escuelas para conseguir un número mayor de titulados, no le hacen ningún favor a la sociedad y desconocen profundamente el funcionamiento de la misma. No es cualquier idiota, por mucho título que tenga, el que hace que se desarrolle el mundo. Los avances científicos, los avances tecnológicos, los avances sanitarios, y en general todo progreso que se ha llevado a cabo en la historia, es gracias al trabajo de por personas que han alcanzado las más altas cotas en sus diferentes campos. Personas capaces de llevar a cabo su tarea de la mejor manera posible dedicándose a la labor que conocen y disfrutan. Bajar la exigencia de las carreras de ingeniería no nos dará mejores ingenieros, nos dará más, pero de peor calidad. Destinar becas a alumnos con notas medias bajas no hará que estos sean mejores, hará que destinemos dinero público a quienes no nos harán recuperar dicha inversión. Y rebajar las notas de corte y los requisitos de la educación secundaria nos dará miles de licenciados cuyo título no valdrá ni el papel en el que está impreso.
Algo valioso es aquello que cuesta conseguir. Lo regalado, lo alcanzado sin esfuerzo o disciplina, no vale absolutamente nada. Y por si fuera poco se crea una mentalidad completamente errónea: Que no importa ser bueno en algo para merecer lo mejor. Y eso es un suicidio social. Creará generaciones que no conocen las virtudes de dar el máximo. Generaciones que considerarán que no son responsables de nada, que pueden cometer cuantos errores quieran sin pagar las consecuencias y que todo en la vida debe ser regalado. Una sociedad así es del todo defectuosa, apática e improductiva. Le pese a quien le pese.