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Hace unos días empecé a leer el «Mundo sobre ruedas», de Albert Casals. Es posible que a la mayoría el nombre de este chaval no les diga nada, pero creo sinceramente que es una de las personas más impresionantes que he visto/leído en toda mi vida.

A los 5 años le diagnosticaron una mononucleosis, que terminaría desencadenando leucemia. Se salvó, pero la enfermedad le condenó a vivir en una silla de ruedas. Para muchos eso significaría una enorme putada y una fuente inagotable de infelicidad. No es el caso. Ni sus padres ni él mismo permitieron que su discapacidad le impidiera hacer lo que más quería: viajar por todo el mundo.

Lo curioso del caso es que Albert viaja completamente sólo y sin apenas dinero. Y lleva haciéndolo desde los 14 años . A estas alturas ha recorrido Europa, Ásia, África y América del sur, pasando meses y meses durmiendo al raso y duchándose en lavabos de todo el planeta. Sin otro objetivo que conocer gente a lo largo de sus viajes y pisar lugares cada vez más exóticos, lo que en sus escritos se traduce en una madurez y una picardía impropias de su edad.

Lo que más llama la atención del libro, y de este chico en general, es la tremenda alegría de vivir que tiene y el increíble valor que demuestra en cada uno de sus viajes. Miles de personas, yo incluido, dejamos pasar de lado nuestros sueños y deseos atenazados por el miedo, la inseguridad o la pereza, incapaces de poner en marcha los mecanismos necesarios para echar a rodar nuestro anhelos más directos. Realmente resulta impactante ver como un chico de apenas veinte años es capaz de olvidar todas esas tonterías y lanzarse sin pensarlo dos veces a vivir de la manera que quiere. Y encima con una simpatía y un buen humor que ya quisieran para sí muchos.

Mención aparte creo que merecen sus padres, que en ningún momento han dejado de ayudar a su hijo a conseguir su objetivo,  mostrando la suficiente confianza en él y dándole la dosis justa de libertad para que el chico pudiera probar la vida. Recuerdo cuando mi hermano recorrió como mochilero sudamerica (también a lo mochilero), mi madre lo pasó realmente mal ante la posibilidad de que le ocurriera algo y no pudiéramos enterarnos. No quiero pensar la preocupación que la misma situación debe generar en los padres de Albert. El esfuerzo que supone sufrir durante meses para que tu hijo sea feliz.

Verdaderamente el libros es una lección de vida, pero tiene más: es tremendamente divertido. Conocer las miles de aventuras que Albert ha vivido alrededor del mundo hace que te replantees ciertas cosas e incluso te des cuenta que, en un mundo podrido como el nuestro, todavía es posible encontrar muchas buenas personas y que, poniéndole ganas a algo -y un poco de chispa, todo hay que decirlo- al final se consigue lo que se quiere.

En realidad el mérito de este libro es que te demuestra lo verdaderamente fácil que es vivir. Nuestra sociedad, pese a todas sus evidentes ventajas, tiene un lastre muy pesado en el afán de consumo. Tener cada vez más y más cosas, tener un sitio donde guardarlas, tener una herramienta para compartirlas, tener algo para llevarlas, tener un lugar donde esconderlas, tener, tener, tener, tener…cuando quizá no haga falta tanto.

Me ha traido a la memoria aquella frase de Chris McCandless:

«Nadie deberíamos tener más de lo que nuestra espalda pueda soportar»

Añádanle una silla de ruedas a esa frase y entenderán porque lo que hace este chico es especial.